Construyendo LullaRead durante el Bolt Hackathon
De las batallas a la hora de dormir a una app de relatos con IA que funciona de principio a fin
La ambición del creador no se agota. Hoy construyes un avión, mañana apuntas al espacio. Nunca sientes que llegaste, siempre hay un territorio nuevo que conquistar.
En los últimos meses he usado la inteligencia artificial de forma intensiva con una meta clara desde enero: usarla para construir y crear algo tan valioso que la gente quiera adoptarlo.
Mi primera app construida y desplegada con ayuda de un asistente de IA fue ScribbleShow. Fue mi primera inmersión para entender el ecosistema de asistentes. No imaginaba que me lanzaría tan pronto a construir con IA a esta escala, hasta que llegó el hackathon bolt.new.
La idea de LullaRead nació en mi lista de pendientes. Mi hija quiere un cuento antes de dormir. Le da igual si lo leo de un libro o lo invento; solo quiere mi compañía y oír mi voz para conciliar el sueño. Como trabajo en remoto, muchas veces llegaba a la noche con energía suficiente para estar presente, pero sin ganas de hablar. El reto era claro: cómo estar con mi hija sin forzar la voz y, aun así, cumplir su ritual del cuento.
Ahí apareció Bolt. Ya tenía suscripción y cuando me llegó el enlace del hackathon tomé la decisión. Más allá de los premios, lo valioso era el marco temporal para construir algo significativo y terminarlo.
Llevo una década en tecnología, desde trastear con diseños amateur, tocar PHP de WordPress, romperlo y aprender a arreglarlo. He vivido en la intersección de producto y growth, pero esta experiencia fue un mundo nuevo que me quitó el sueño en el mejor sentido.
Los desafíos fueron reales. Tuve que crear funciones en el edge para ejecutar procesos en la nube, lidiar con tiempos de espera en el renderizado de video, decidir entre compromisos técnicos y de usabilidad, e implementar comunicaciones seguras. A este nivel no lo había hecho. Tropecé, me frustré, volví a intentarlo y seguí.
Construir puede obsesionarte. A veces pospuse el ejercicio varios días o pasé 24 horas sin desconexión. Reflexioné, me sentí abatido por momentos, pero la resiliencia termina ganando. Probaba ajustes de prompt una y otra vez. Si no funcionaba, cerraba el portátil y dormía. Al día siguiente, con café, repasaba logs línea a línea hasta entenderlos.
La entrega fue una lección. Tenía una idea mental de mi presentación, con transiciones y tomas perfectas. La realidad fue distinta: grabé el pitch 20 minutos antes del cierre y envié con tres minutos de margen. Aunque el proyecto va más allá del hackathon, habría dolido no presentarlo.
Bolt me hizo audaz. Tomé una decisión difícil: dedicar mi runway del año a un marco sólido de validación de ideas. Tenía dos caminos, ir a lo seguro y aguantar el ritmo, o apostar por construir el sistema completo de validación, testear, escalar lo que funcione y aceptar el éxito o el fracaso total. Elegí arriesgar con propósito.
Convivo con una emoción extraña donde la ilusión se mezcla con la incertidumbre. La constante es la fe. Sí, hay miedo, pero sin dosis de adrenalina la vida pierde chispa. Peor escenario, aprendo. Mejor escenario, triunfo. No sabré cuál es hasta intentarlo.
En los próximos días presentaré LullaRead. Más allá de esta app, estoy en un camino para redefinirme, desaprender, reaprender y adoptar nuevas formas de trabajar para evolucionar.
Si eres madre o padre con peques, te invito a probar LullaRead y contarme tu experiencia.
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Porque crecer duele, pero sin dolor no hay avance. Gracias por leer. Hasta la próxima. Ciao. Aima