En un mundo que está cambiando constantemente, las empresas exigen nuevas formas de realizar los proyectos que permitan obtener el máximo rendimiento a cada minuto de trabajo y que sean capaces de producir resultados solventes sin dar muchas vueltas. Los resultados son importantes para dejar una buena sensación no solo para el cliente, sino también en el usuario final.
Se da una circunstancia, que las empresas tecnológicas nacieron con otro modelo diferente, libre de jerarquías y donde cada persona podía ser autónoma y creativa. Los ciclos de trabajo eran más cortos y las tareas se organizaban teniendo en cuenta una fecha de entrega. Los propios grupos de trabajo decidían el rumbo de su proyecto, cambiando las órdenes directas por una comunicación bilateral entre el cliente y los miembros del equipo.
En ‘scrum’ se trabaja en ciclos cortos de trabajo (de dos a cuatro semanas), se realizan reuniones periódicamente, con un máximo de 15 minutos, y en ellas el propio cliente se involucra para ver el trabajo desarrollado, y proponer cambios o modificaciones. Esto proporciona una flexibilidad natural en favor de lo que aporta más valor al negocio en cada momento.