Continuación de mi historia de cambio profesional: escribir el primer capítulo me ayudó a recordar muchos detalles que ya había olvidado. Como pareció conectar con varias personas, comparto lo que vino después; quizá sirva para que alguien esquive mis mismos errores, o al menos arranque una sonrisa.
Las pocas cosas que hice bien
Mientras aprendía Python tenía un objetivo claro: crear aplicaciones de escritorio. Por qué ese enfoque En mi cabeza, la era dorada del software de los noventa seguía muy presente.
Eso me llevó a combinar tutoriales con proyectos reales, y puedo asegurar que esta mezcla vale oro. Cada mañana me sentaba frente al ordenador como si fuera a trabajar, de 8 a 18, tratando el aprendizaje de Python como un empleo de tiempo completo mientras desarrollaba mi primera aplicación real. No tenía alternativa, con un bebé en camino y prestaciones por desempleo por debajo del salario mínimo.
No había ruta, ni guía de comunidad, solo búsquedas constantes en Google que inevitablemente me llevaron a Stack Overflow. Un curso de Udemy para lo básico de Python, decenas de tutoriales de YouTube para Tkinter y SQL aprendido a golpes de prueba y error. Recuerdo un chascarrillo del gremio que venía a decir que no es lo mismo buscar en Google que buscar como buscamos los desarrolladores.
Con Stack Overflow mis pocas preguntas no salieron bien y, incluso hoy, me sigue imponiendo cierto respeto. Supongo que más de una persona conoce esa sensación.
Visto con perspectiva, fue una etapa valiosísima. Tener que entender por qué algo funcionaba o no, en lugar de copiar y pegar, te construye un músculo distinto de resolución de problemas. La educación real ocurrió ahí, no en los cursos, sino en los obstáculos que tuve que salvar por mi cuenta.
Cuando un único ítem se convirtió en demasiados
Estaba a punto de terminar mi primera aplicación en serio, faltaba una sola funcionalidad. Después de un par de meses, y ya con mi bebé en casa, pasé días intentando que el sistema POS incrementara cantidades en lugar de duplicar filas. Cuando por fin lo logré fue un estallido de alegría.
Meses de aprendizaje intenso empezaban a dar frutos. Había construido algo real y operativo. Por primera vez desde que dejé la fábrica sentí que podía llamarme desarrollador. Mi aplicación de gestión de stock con POS estaba completa.
¿De verdad lo estaba
Entonces llegó la pregunta que asusta a todas las personas que empiezan: cómo entrego esto a alguien
En mi equipo funcionaba, el botón verde de PyCharm era mi mejor amigo. Pero cómo convertir scripts de Python en algo que cualquier persona pudiera ejecutar
Vinieron días de investigación. Probé PyInstaller y cx Freeze, lidiando con configuraciones, dependencias ausentes y mensajes de error crípticos. Una herramienta funcionaba pero la base de datos no conectaba. Otra empaquetaba perfecto, pero el logo no aparecía.
Con el tiempo entendí que las limitaciones eran mías.
Tras incontables intentos conseguí generar ejecutables. Por fin Tenía archivos exe que corrían en otros equipos. Victoria
O eso creí.
Funciona en mi máquina
Con la euforia del momento adapté rápido mi sistema de stock a una librería. Por qué no La lógica era similar, artículos, cantidades y ventas. Imaginaba clientes en tiendas minoristas, librerías y hasta pequeños supermercados. Mi base de clientes crecía en mi cabeza.
Un amigo acababa de hacerse cargo de una librería y luchaba con el inventario. Era el momento perfecto. Le ofrecí mi aplicación y aceptó. Acordamos un precio razonable, aunque al final cobré sobre todo en libros, algo muy literario y emprendedor.
Al instalarlo en su equipo me topé con la pesadilla clásica: funciona en mi máquina.
El exe que me llenaba de orgullo no corría en su sistema. Tras horas de pruebas acabé cargando literalmente su ordenador a mi casa.
La escena era cómica: dos equipos uno junto al otro. Instalo en el mío y va perfecto. En el suyo aparece un error imposible de descifrar.
El giro inesperado Python también debía estar instalado en su equipo. Mi ejecutable no era tan autónomo como yo creía. Tiempo después aprendí a incrustar correctamente el intérprete, pero ese fue otro capítulo.
La estrategia de marketing de medianoche
En ese punto ya tenía aplicaciones funcionando, pero cero clientes. Un amigo diseñador me había hecho unos folletos preciosos.
Mi canal de distribución Deslizarlos por debajo de las puertas cuando las tiendas cerraban.
Sí, prefería ser un ninja de medianoche antes que enfrentarme cara a cara a las personas dueñas de negocio, confiando en que alguien encontrara el folleto y pensara esto es justo lo que necesito.
Conducía por polígonos y zonas comerciales, dejando folletos a escondidas y convencido de que a la mañana siguiente el teléfono no pararía de sonar.
Alerta de spoiler no funcionó.
El consejo sobre Django que pudo cambiarlo todo
Por esas fechas tomé un café con alguien a quien mi amigo diseñador insistió en presentar. Lo encasillé rápido como soporte informático, un error clásico de subestimar por prejuicios.
Al conocer mis aplicaciones en Python me dio el consejo más valioso que decidí ignorar deberías mirar Django.
Respondí que lo vería, y lo intenté de verdad. Pero para llegar a Django sentí que antes debía afianzar fundamentos de Python. Me perdí en bucles de repasar lo básico desde mil ángulos y nunca di el salto.
En lugar de eso redoblé la apuesta por el escritorio. Me asocié con gente de ventas de la fábrica para crear un ERP completo, sí, con Python y Tkinter. Fue otro año de desarrollo de escritorio mientras seguía con mis campañas nocturnas.
Sin saberlo, después de todo ese año invertido en el ERP, aquel contacto del café terminaría abriéndome la puerta a la industria.
Mirando atrás, qué fue lo que importó
Aprendí a golpes que construir proyectos mientras aprendes es invaluable. Aunque mis apps fueran imperfectas, la experiencia de resolución de problemas fue real. Descubrí que desplegar es más duro que desarrollar y que el marketing pesa más de lo que creemos. Incluso con código espagueti habría podido facturar si hubiera sabido llegar a la audiencia adecuada.
Lo más importante fue que debí escuchar aquel consejo sobre Django. Me habría ahorrado meses de obsesión con el escritorio.
Pero todos esos tropezones me prepararon para lo que venía. A veces necesitas construir lo equivocado de la manera equivocada para reconocer el camino correcto cuando lo tienes delante.
De los primeros pasos a los folletos de medianoche con Q2BSTUDIO
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En el próximo capítulo contaré cómo descubrí el desarrollo web, la curva de aprendizaje que casi me rompe y de qué forma aquella persona del café terminó siendo mi entrada al sector. Si viviste errores parecidos en tus primeros proyectos o probaste estrategias de marketing peculiares, me encantará leerte. Y si quieres ahorrarte meses de ensayo y error, aquí nos tienes en Q2BSTUDIO para ayudarte a llevar tu idea al mercado con inteligencia artificial, ciberseguridad, servicios inteligencia de negocio y un enfoque práctico de extremo a extremo.